Antes de que te des cuenta me habré colado en tu cabeza.
En mis dÃas buenos me daré una vuelta por tu estómago. Te hare cosquillas sin parar hasta que las confundas con mariposas y subiré acariciando tus órganos hasta la garganta.
Me abrazaré a tus pulmones hasta cortarte el aliento y guardaré cartas de amor en los pliegues de tu cerebro. Y cuando pienses en mi, me infiltraré en tu sistema nervioso y haré que te tiemblen hasta las ganas.
Los dÃas malos, sin embargo, confundiré tu corazón con el pañuelo para sonarme las inseguridades, lo arrugaré como una servilleta y provocaré tus lágrimas para arrojarlo con ellas cuando no te des cuenta. No vaya a ser que invada mi espacio.
Alguna vez me enfadaré sin sentido y en mi paseo matutino por tus puntos débiles decidiré retorcer tu intestino delgado hasta darle la vuelta a las cosas y hacerte creer que la has cagado.
Y cuando vengas a mi de rodillas, arrepentida por lo que crees haber hecho, haré un nudo con tus principios, me comeré tu orgullo para cenar, y en la servilleta roja arrugada con la que estaré a punto de contaminar el rÃo de tus ojos escribiré mis ideas con tinta inflamable.
Mientras tanto, susurraré a tus oÃdos todas las mentiras que quieren oÃr, no me cansaré de repetirles que en el fondo soy buena gente, y cantaré nanas a tus tÃmpanos para dormirlos y asà tomar el control de tu equilibrio para marearte cuando quiera.
Me haré una alfombra con tu amor propio para pisarla en los dÃas frÃos y me acostaré cada noche en la frágil cuna de tu sonrisa temiendo el dÃa que abras los ojos.
Porque cuando los abras, cuando subas las persianas que estratégicamente coloqué para tenerte controlada y aprendas a quererte y a cuidarte y asà por fin despiertes, entonces
mucho me temo que tu cuerpo empezará a eliminar toxinas.